Cuando le entrego su fotografía al monje que custodia la iglesia, la observa con atención, divertido la mira una y otra vez. Parece sorprenderse de que realmente sea para él. Comenta algo sobre su madre y su familia y vuelve a revisarla. Finalmente levanta la cabeza, me mira, y con su sonrisa expresa un agradecimiento tan sincero que me llega hasta lo más profundo.
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